El Banco Central Europeo (BCE) pronostica ‘turbulencias’ en las cadenas de suministro a nivel global durante todo el ejercicio 2022, aunque también apunta a una posible mejoría en el segundo semestre del año. La incertidumbre vinculada a la crisis sanitaria por la pandemia de COVID-19, la escasez de conductores en el transporte por carretera, el colapso de los puertos y problemas como el Brexit dibujan un escenario complejo en el que será fácil ver problemas en las grandes rutas de transporte, pero también en las cadenas de suministro locales.

En esta línea, el banco central de los países de la Unión Europea que usan el euro estima que las cadenas de suministro globales seguirán sufriendo interrupciones y problemas por la gran incertidumbre que hay en los mercados, dudas que además limitan la previsión de una mejoría del sector en el segundo semestre del año. Y es que son demasiadas las variables que hacen crecer o decrecer el consumo, el movimiento de los mercados y por extensión la actividad en el sector del transporte de mercancías.

Durante los primeros compases de 2022, la situación de la cadena de suministro está frenando el crecimiento de la actividad y el comercio a nivel mundial, aunque con matices. Al final, hay factores ajenos al comportamiento global de los mercados y del transporte como es la escasez en el suministro de semiconductores o las propias restricciones de movilidad por la pandemia. Otro punto distinto es la escasez de mano de obra que se ejemplifica con la falta de chóferes profesionales en el transporte de mercancías por carretera.

En este aspecto, el BCE asegura que se puede generar un ‘efecto látigo’ en la búsqueda de las empresas por acumular inventario ante una demanda sólida en medio de una escasez de suministros para la producción a nivel de materias primas y bienes intermedios. Esto a la larga provocaría nuevas interrupciones del lado de la oferta, sobre todo si las nuevas cepas del virus provocan cierres de puertos o empresas y nuevas rupturas en la cadena de suministro, lo que se traduciría en nuevos cuellos de botella en la oferta y un aumento de los precios finales.