El tamaño importa – Editorial Juan José Arnedo

El pasado 23 de julio de 2020, el Secretario de Estado de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana,  Don Pedro Saura, remitió una carta firmada de su puño y letra al Comité Nacional de Transportes, diciéndole que su “compromiso con el sector es muy claro y así, en los últimos meses nos hemos volcado en atender las diversas medidas de carácter las diversas medidas de carácter coyuntural que nos ha presentado el Comité como consecuencia de la crisis sanitaria y que se muestran en el Anexo que acompaño a es esta carta. Con esa misma voluntad seguiremos trabajando ahora en las peticiones de carácter estructural que nos ha planteado el CNTC y fruto de las reuniones de las últimas semanas hemos concretado ya los siguientes compromisos que quiero trasladar formalmente en esta carta: En primer lugar, no procederemos a la modificación de la normativa de masas y dimensiones sin el consenso del sector. En segundo lugar, no se implantará ninguna euroviñeta a los transportistas profesionales sin consenso del sector (…)”.

Trascurridos diez meses desde aquella carta, los únicos compromisos cumplidos son aquellos que requerían no hacer nada, es decir, no se han modificado la normativa de masas y dimensiones, ni se ha implantado ninguna euroviñeta a los transportistas profesionales. Pero que no hayan hecho nada, no significa que se pretendan cumplir los compromisos. En política, más en política económica de la que forma parte el transporte, como en muchos ámbitos más, el tamaño importa. No es lo mismo que unas personas con menos de cinco camiones de media y una litera en la cabina que ofrecer te pidan algo, que vengan a hacerlo otras personas con un cómodo sillón en un Consejo de Administración. El confort es lo que tiene.

Y en esas estamos, pasando los meses, y los lobbys que de verdad lo son, trazando círculos en el aire sobre la normativa de masas y dimensiones y la tasa por el uso de infraestructuras. El gobierno, como buen trasmisor, traslada la presión recibida al sector a través de la Dirección General de Transporte Terrestre, arrastrando a la opinión pública con el comodín del medio ambiente. Ahora bien, se cuida de sacar a los “comprometidos” a hacerlo. En su lugar, sale el Director General de Tráfico, que ninguna competencia tiene sobre infraestructuras, a decir que si no lo pagamos los transportistas las infraestructuras, se habrán de pagar de los presupuestos, y eso no podemos soportarlo.

No voy a entrar en todos los gastos superfluos que “podemos soportar” con los presupuestos. Esos son decisiones políticas en las que me meteré cuando vaya a votar o cuando solo hable en mi nombre. Sin embargo, salir a proclamar la insostenibilidad del gasto en infraestructuras el mismo día que sale a la luz que el Gobierno indemnizará a Abertis con 1291 millones de euros, y que ésta reclamará 2.000 millones más pero está abierta a negociar, queda cuanto menos poco estético. Si a ello le sumamos los rescates por las radiales de Madrid, la Autopista del Atlántico, “castores”, etc, la intervención resulta hilarante.

Pero si nos vamos a los números crudos la hilaridad da paso al enojo. La Fundación Corell, de la mano de la Universidad Politécnica de Madrid, concluyó en un estudio realizado en 2014 que la contribución fiscal superaba los 22.000 millones de euros. Para comparar, aunque sea odioso, y dimensionar estas cifras, según Expansión, también en 2014, las empresas del Ibex 35 contribuyeron con poco más de 13.500 millones. Es decir, los 8.000 millones que dicen tener de déficit, vienen a ser lo que pagan menos las empresas del Ibex que los transportistas.

Por cierto, si la razón es que quien contamina paga, recordarles que en el Ibex también están las empresas que nos venden los combustibles fósiles, que, digo yo, que algo tendrán que ver. Porque si medimos las bondades de los modos en huella de carbono y su repercusión en el medio ambiente, no deberíamos olvidarnos de la “huella radiactiva”, pues más del 22% de la energía eléctrica que mueve los modos de transporte estrella proviene de centrales nucleares, que ecológicas, lo que se dice ecológicas,… Si se pretendiese de verdad reducir la huella de carbono se estimularía la adquisición de vehículos más limpios y no se dejaría fuera al sector de toda ayuda a la renovación de flotas. Vamos, un poco más de zanahoria y un poco menos de palo, porque somos los herederos de los arrieros, sí, no de las acémilas, aunque piensen que nos convencen de lo contrario.

Juan José Arnedo Medina

Transportista.

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