El sector acelera, pero pide certezas sobre costes e infraestructura
La IRU ha publicado su Green Compact Survey Report 2025, una radiografía del avance real de la descarbonización en el transporte por carretera en Europa y otros mercados. El documento confirma avances, pero también una preocupación alta —en Europa ronda el 80%— por la recuperación de costes y la disposición de los clientes a asumirlos. Aun así, menos de un tercio de los operadores cree que la industria se ha vuelto “demasiado compleja”, señal de resiliencia ante el cambio.
Eficiencia primero: hasta la mitad de las emisiones
El informe insiste en un orden de prioridades: la eficiencia puede recortar hasta el 50% de las emisiones del sector, mientras el resto vendrá de los combustibles alternativos. Ahí entran medidas como eco-conducción, neumáticos de baja resistencia a la rodadura, aerodinámica, mantenimiento preventivo y optimización logística (menos kilómetros en vacío y mayor factor de carga). Pese a su potencial, solo el 40% de las empresas cuenta con programas de eco-conducción, con fuerte contraste entre Europa Occidental (70%) y Asia Central (20%).
Medición y normativa: el reto del dato fiable
Europa avanza en monitorización: alrededor del 60% de los operadores de Europa Occidental ya controla sus emisiones, aunque más de la mitad utiliza métodos propios y solo el 40% se apoya en la ISO 14083 como referencia, lo que evidencia falta de armonización. La llegada de ETS2 y otras normas europeas presionará el TCO del diésel, acelerando el viraje hacia opciones bajas en carbono.
Combustibles alternativos: biocombustibles al mando, eléctricos en ascenso
Según la encuesta, hoy predominan los biocombustibles, mientras los vehículos eléctricos de batería ganan tracción en Europa Occidental. Su adopción tropieza con dos muros: precio de adquisición —dos a tres veces el de un diésel comparable— e infraestructura insuficiente —en Europa hay 1.000 puntos para 40.000 vehículos comerciales eléctricos—. El hidrógeno progresa, pero aún con implantación limitada y sobre todo en transporte de viajeros.
Infraestructura y energía: la gran palanca pendiente
El déficit de red es el cuello de botella. Europa necesitaría 50.000 puntos públicos de recarga adicionales para atender la transición, y en algunos países sería necesario destinar hasta el 25% de la producción eléctrica actual para electrificar íntegramente la flota de camiones. Sin apoyo financiero estable (incentivos de compra, peajes bonificados) y certidumbre regulatoria, la adopción será desigual.
Qué significa para el transportista español
- Priorizar eficiencia: programas de eco-conducción, neumáticos adecuados, aerodinámica y planificación de rutas/cargas aportan ahorros inmediatos y reducciones de CO₂ medibles.
- Medir con método: avanzar hacia ISO 14083 facilitará reportar a clientes (Alcance 3) y prepararse para ETS2, evitando sorpresas en el coste por kilómetro.
- Plan de flota realista: combinar biocombustibles disponibles con pilotos de eléctrico o hidrógeno donde haya infraestructura y uso adecuado, siempre con análisis de TCO.
Transición sí, pero ordenada y financiable
El mensaje de la IRU es claro: el sector está comprometido, pero necesita reglas claras, infraestructura a escala y mecanismos financieros robustos para que la transición no rompa la viabilidad operativa. Mientras llega el despliegue masivo de puntos de recarga y se abaratan las tecnologías, la eficiencia es el camino más rápido y rentable para descarbonizar la carretera sin perder competitividad.
